El loco

Me preguntáis como me volví loco. Fue así. Un día, mucho antes de que nacieran algunos dioses, desperté de un profundo letargo y descubrí que me habían robado todas mis máscaras -si; las siete máscaras que yo mismo me había confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas-; corrí sin máscara por las calles atestadas de gente, gritando: “¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!”

Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, algunas personas, llenas de horror, corrieron a refugiarse en sus casas. Y cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó: “Miren! ¡Es un loco!” Alcé la cabeza para mirarlo, y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité: “¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!”
Fue así que me enloquecí.

Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.

Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón.
En la sombra de un templo vi en compañía de un amigo mío un ciego meditabundo.
-He aquí- me dijo mi amigo- el más sabio que hay entre nosotros.
Y me separé de mi amigo para acercarme al ciego. Lo saludé y me senté a su lado, invitándole a trabar conversación conmigo. Pasado un corto momento, le pregunté:
-¿Cuál de las doctrinas de Sabiduría profesas?
Y me replicó:
-Soy astrónomo y astrólogo.
Y después puso su mano sobre su pecho y agregó diciendo:

-Yo vigilo estos Soles y estas Lunas y estas Estrellas

(Del libro "El Loco" de Khalil Gibrán)

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