- Hassan, hijo mío -dijo Bab' Aziz- Quiero que seas testigo de mi muerte.

-¿Por qué yo? -replicó el muchacho- ¡Yo tengo mucho miedo a la muerte!

-¡Precisamente por eso! -contestó el maestro dulcemente- Si alguien le dijera a un bebé que aún se encuentra en el vientre oscuro de su madre que afuera hay un mundo lleno de luz, de altas montañas, de mares inmensos, de llanuras ondulantes, de jardines frondosos, de arroyos, de un cielo plagado de estrellas y de un sol cegador… Ese niño no creería nada y preferiría seguir ocultándose en su oscuridad. Igualmente nosotros, al borde de la muerte, porque ignoramos el mundo de afuera, sentimos miedo.

-¡Pero la muerte no puede ser luz porque es el final de todo! -dijo el joven-

- Hijo mío, ¿cómo puede la muerte ser el final de algo que no tiene principio? Hassan, ¡no estés triste en mi noche de bodas! Mi boda con la Eternidad.