El elefante en la oscuridad (Cuento sufí)

Dícese de una vez en que el sultán, deseoso siempre por ilustrar a su pueblo, mandó traer un elefante de la India, y para que el pánico no se apoderara de aquellas gentes que nunca habían visto un animal más grande que un caballo, mandó encerrarlo en un establo y envió, como primera providencia, a los cinco hombres más sabios de la ciudad a que lo examinaran, y seguidamente explicaran al pueblo lo que habían visto, para que fueran acostumbrándose a aquel fenómeno.

Los sabios fueron al establo a cumplir con el mandato del sultán. Era de noche y el lugar estaba a oscuras, y no tomaron la precaución de llevar lámparas con ellos, de modo que decidieron conocerlo por medio del tacto. Cada uno de ellos, con las prisas por ser el primero en lanzar sus doctas explicaciones a la gente palpó una parte distinta del elefante y una vez creyó saber de qué se trataba aquel fenómeno salió rápidamente a explicarlo.

- Ese animal es como una manguera –dijo aquel que tocó la trompa-.

- No, no es así –replicó el que había tocado una oreja-. Es más bien como abanico. 

- Ambos están locos –intervino el que sintió el lomo del elefante-. Eso es como un trono.

- Los tres están mintiendo –espetó el que había tocado una de las patas-. La única verdad es que ese animal es como una columna.

- ¡Qué equivocados están todos ustedes! –vociferó el que tanteó uno de los colmillos–. Eso era duro y afilado como una lanza.

- Que absurdo –expresó el que palpó la cola–. Esa cosa es sólo como una cuerda parecida a una serpiente con un plumero al final para espantar moscas.

Y así comenzó una discusión acalorada entre ellos, porque todos afirmaban ser poseedores de la verdad y acusaban a los demás de locos o mentirosos. Y cada uno decidió darle un nombre distinto al elefante.

(Rumi) 

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